El artesano medieval se centraba en realizar bien su trabajo; con la máxima perfección, guiado por un camino en general bastante trazado. Su objetivo era la perfección del trabajo manual. l artista renacentista, por el contrario, explora posibilidades; realiza bocetos antes que un trabajo perfectamente terminado. Asume la imperfección como una forma de experimentar nuevas ideas o evolucionar otras.
Con las ideas podemos trabajar como el artista del Renacimiento. No hay una idea redonda, terminada a la primera. Las ideas no son estáticas, se pueden mejorar, enriquecer, evolucionar. Contemplar esta posibilidad resulta clave, especialmente si trabajamos con ideas innovadoras.
En el concepto de evolución que estamos manejando se incluyen también todos los esfuerzos, todos los fracasos, por mejorar una buena idea. Una idea muy atractiva no se desarrolla como solución a un problema a la primera. Se fracasa, o no se consigue lo que se pretende, al primer intento. La tenacidad es necesaria.
‘De los fracasos es de donde más ha aprendido’ (Juan Ramón Astorga, ingeniero, responsable de Nuevas Tecnologías y Automatización en Airbus-Centro Bahía de Cádiz).
En su intento por aprender a andar el niño fracasa una y otra vez. No por ello desiste. Pero al final lo consigue. Lo impulsa la motivación, las ganas de andar.