Se puede detectar una oportunidad a partir de la realidad, de lo que hay. Esta realidad puede ser tanto una tecnología, que encierra unas posibilidades inexploradas en un dominio particular —para un proyecto de innovación tecnológica—, como un paisaje que emociona —para un proyecto de creación plástica—.
Esta forma de entender las oportunidades se basa en la percepción del potencial de las cosas, de las posibilidades que una realidad atesora, de su propia capacidad generativa. Se necesita ser sensible a ese potencial, imaginar sus posibilidades en el futuro.
El cocinero Ángel León detectó el potencial del pescado que se tiraba al mar o se vendía como morralla, en torno a 90.000 toneladas al día. Su reto, la oportunidad que se planteó, fue cocinar esos pescados despreciados y servirlos a la mesa. Para ello tuvo que reinventarlos, transformarlos en embutidos, acercárselos a los clientes, a lo que ya conocían, para facilitar así su aceptación.